miércoles, 20 de febrero de 2008

Volveeer con el cuello marchito, los rayos de febo fritaron mi piel.

Y yo que venía tan relajada de las vacaciones tuve que hacer un trámite en movistar... porque mi celular hizo lo que quería hacer yo y no volvió.
Entonces me dirigí a la sucursal amiga para resolver el asunto que en un principio hasta me pareció metafórico, poético. Podía ir pensando en eso porque imaginé que el trámite sería rápido y fácil: llego, elijo, pago y me voy. Pero atención, no se dejen engañar por sus ojos (otra vez) esa cantidad de modelos exhibidos en esa cantidad de vitrinas resultan ser una fachada, un anzuelo, una burda farsa, porque, amigos, no importa el modelo que uno busque o el precio que uno esté dispuesto a desembolsar, todos los caminos conducen a que tengas que comprar el modelo que te quieren vender. El que querés no está ni va a volver a entrar, el otro sólo si sacás una línea nueva o con tarjeta, el de más acá no porque zabadaba y el de más allá no porque zabadú, el que te podés llevar es este y sólo este. Y miro alrededor y veo esas decenas de celulares abiertos, atrapados en esos soportes de acrílico transparente mirándome detrás de esas vitrinas como diciéndome: salí corriendo vos que podés.

Nota mental: decidir si el cuello forma parte del bloque de la cara o si forma parte del bloque del tronco y no olvidar ponerle protector las próximas vacaciones.

1 comentario:

Nano dijo...

Yo tambien opino lo mismo, y no tengo celular porque tengo miedo que me vendan un buzon pesado y no tengo tampoco musculos para cargarlo.