Como una serpiente ciega, la energía perversa rebota en un laberinto de huesos anudados y vértebras torcidas, en el pantano de un pus añejo y perimido.
Hasta que un martes cualquiera, un piadoso ejército de agujas la libera.
Y los huesos se enderezan, y el alma se drena, y cada lágrima es una epopeya.
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