jueves, 10 de abril de 2008

No hay sistema.

Mi objetivo era mandar una carta a una amable pareja de franceses compañeros de ruta en el camino del inca. Como bien saben quienes pagan sus cuentas a través de pagofácil, en las dependencias del correo argentino funciona una ventanilla para tal fin. Ahora bien, cuando se cae el sistema, el flujo de pagadores que tiene en su cabeza todo tipo de pensamientos menos el que contempla la posibilidad de que el sistema se haya caído, sigue entrando factura en mano y prolijamente se acomoda en la fila, hasta que alguien dice para pagofacil no hay sistema. Y resignados, los pagadores se retiran, hasta que vuelve a formarse una fila que vuelve a ser desahuciada, y así toda la mañana. Los empleados exasperados porque los pagadores no reparan en el cartelito minúsculo que pegaron en la puerta de entrada, empiezan a contestar con un tono irritado, no ven el cartelito en la puerta? (puerta que nunca se llega a cerrar del todo por la incesante entrada y salida de personas). Claro que después de casi cien personas que no ven el cartelito, deberían preguntarse si están equivocadas esas cien personas o las dos que pusieron un cartelito que nadie ve. O sea, el grupo A viene pensando en pagar y el grupo B piensa que es obvio que poniendo ese cartelito queda terminado el tema de comunicar la situación. Y en el medio de A y B una grieta por donde se pierde tiempo y energía.
Confieso que en mi puesto de observadora contribuía al desconcierto porque veía cómo se agrandaba la fila de giles que no habían visto el cartelito para ver qué sucedía después.
Mandar la carta me costó nueve pesos con cincuenta y cuarenta y cinco minutos de espera.

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