martes, 15 de diciembre de 2009

Cagarte.

¿Cuál es el proceso de pensamiento que lleva a alguien a concluir que usar un verbo en infinitivo conjugado en segunda persona, es la manera de sugerir algo más en el nombre de un curso o taller?
No quiero parecer obtusa, pero todas las academias de escritura, fotografía, guión, actuación, y demás disciplinas artísticas cuyos nombres terminan en “arte” me provocan desconfianza.

martes, 8 de diciembre de 2009

Palabras mayores.

Hay libros que se leen de un saque, como “La soledad de los números primos” de Paolo Giordano. Que no complace nunca al lector, y por eso está bastante bueno. Y otros, que sólo se toleran de a sorbitos, espaciados, por su densidad, por su impacto, por todo lo que dispara cada simple combinación de palabras elegidas por el autor. Como “La manzana en la oscuridad” de Clarice Lispector, que no me alcanzó todo el año para terminarlo. Porque cada dos párrafos tengo que cerrarlo, y quedarme pensando, y después no quiero contaminar con más lectura esa sensación rara que me quedó.


“…Imaginad a una persona que era pequeña y no tenía fuerza. Ella en realidad sabía muy bien que toda su fuerza reunida, céntimo a céntimo, sólo sería suficiente para comprar un único acto de cólera.”


“…y es necesario mucho para que un héroe finalmente llore. Y cuando esto sucede es un espectáculo deprimente y repugnante que no soportamos sin sentirnos traicionados y ofendidos.”


Fragmentos de "La Manzana en la oscuridad" de Clarice Lispector, Editorial Siruela.

martes, 1 de diciembre de 2009

No sos vos, soy yo (y mi novia).

¿Te tira centros y desaparece? Eso hacemos los pibes con novia. Me dijo un amigo.

Si es una relación “sin compromiso”, no tenés derecho a patalear, me dijo otro.

No existe eso de curtir y pensar que sos la única, me dijeron también.

Maque, no podés seguir siendo tan ingenua, me dije yo.

Y así, infinitas opiniones sobre los límites, las incumbencias y la real dimensión de una relación “sin compromiso”. Esa aberración urbana que prolifera en los bares porteños, y que contagia a confiados y desconfiados por igual, con promesas de buenos momentos y bajo costo emocional. Una ganga, que en estos tiempos de crisis, es difícil rechazar.

Es entendible que si aceptamos jugar con esas reglas, por miedo, por cautela o por comodidad, cuando nos enteramos que entra un tercer jugador al juego, hay que bancársela sin mucho escándalo.

Lo que no es fácil entender en estas cuestiones, es que el ego siempre está comprometido, y un ego herido no entiende razones (y puse ego para no ser cursi y poner corazón, a ver si todavía nos ponemos sensibles).

Así que, suerte con eso a los atrevidos que se sumerjan en las aguas del mensaje a deshoras, el placer express y el no aclaremos que oscurece.

Yo, por ahora, me retiro.